En los últimos días, una noticia sacudió a la Argentina: un brote de fiebre tifoidea encendió las alarmas en la provincia de Buenos Aires, dejando a su paso 10 casos confirmados, tres sospechosos y la trágica muerte de una mujer cuya causa aún se investiga.

Todo comenzó en dos edificios vecinos de Ciudadela, donde un corte de agua y la sospecha de contaminación de los tanques compartidos parecen haber sido el detonante de una enfermedad que, aunque suena lejana, puede golpear la puerta de cualquier hogar argentino.
La fiebre tifoidea, causada por la bacteria Salmonella Typhi, es mucho más que una estadística médica: es una amenaza real que se esconde tras gestos cotidianos como beber agua, lavar frutas o cocinar para la familia.
Esta enfermedad, potencialmente mortal si no se trata a tiempo, se transmite principalmente a través de agua o alimentos contaminados, y su aparición suele estar ligada a problemas de acceso a agua segura y condiciones sanitarias deficientes.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con vos, habitante de Ituzaingó, Corrientes? Mucho más de lo que imaginás. Porque la fiebre tifoidea no reconoce fronteras ni códigos postales: donde hay dificultades en la calidad del agua o en la gestión de residuos, el riesgo crece.
Y en Ituzaingó, como en tantas otras ciudades del país, los desafíos ambientales y sanitarios son parte de la vida diaria: desde la preocupación por el agua de pozo hasta la necesidad de mejorar la infraestructura y los hábitos de higiene.

Este brote nos enfrenta a una pregunta incómoda pero urgente: ¿qué tan seguro es el agua que consumimos? ¿Estamos preparados para detectar y frenar a tiempo una amenaza invisible que puede cambiarlo todo en cuestión de días? La historia de Ciudadela podría repetirse en cualquier barrio, en cualquier edificio, en cualquier mesa familiar.
La fiebre tifoidea no solo es una cuestión de salud pública, sino un llamado a la acción colectiva: a exigir agua segura, a reforzar los hábitos de higiene, a cuidar lo que comemos y bebemos, y a estar atentos a los síntomas -fiebre alta, dolor abdominal, diarrea o constipación- para buscar ayuda de inmediato. Porque detrás de cada caso hay una familia, una comunidad, un futuro que depende de decisiones simples pero vitales.

Hoy, más que nunca, la prevención está en nuestras manos. Y la historia de este brote, lejos de ser un hecho aislado, es una advertencia poderosa para todos los que habitamos Ituzaingó y cualquier rincón de la Argentina: la salud no es un dato, es una responsabilidad compartida.