Imagina abrir la canilla en tu casa, en pleno corazón de Ituzaingó, esperando ese chorro de agua clara y fresca que siempre te acompañó.
Pero hoy, el agua que sale no es la misma de antes. No es incolora, tampoco insípida ni inodora. Es amarillenta, turbia, y hasta tiene un sabor extraño que te provoca rechazo. ¿Te animarías a tomarla? ¿Se la darías a tus hijos?.

Este no es un problema aislado. Desde el Barrio San Jorge hasta el 1000 Viviendas y Mbatará, la preocupación crece.
Las redes sociales y los grupos de vecinos arden con fotos y relatos: filtros de purificadores que se tiñen de amarillo en menos de un mes, tanques que se llenan de agua sucia, y familias que sienten miedo cada vez que llenan un vaso.

El malestar es general. La bronca se mezcla con la impotencia: “¿Cómo puede ser que paguemos cada vez más por un servicio que nos enferma?”, se preguntan muchos.
Porque más allá del asco, está el temor real a las enfermedades gastrointestinales, sobre todo en los más chicos y los abuelos.

La empresa Co. Ve. Sa., responsable del agua, guarda silencio. Mientras tanto, comprar agua envasada se vuelve un lujo para muchos, y la indignación crece.
¿Hasta cuándo vamos a soportar esto? ¿Quién nos cuida?

Hoy, ser vecino de Ituzaingó es vivir con la incertidumbre de no saber qué sale de tu propia canilla. Y la pregunta queda flotando en el aire: ¿qué está pasando con el agua que bebemos? La respuesta, por ahora, sigue siendo un misterio que nos une y nos preocupa a todos.